lunes, 17 de diciembre de 2007

ARTHASASTRA



ARTHASATRA
Ediciones Arlequín / Dir. de Cult. de Torreón
2007
57 páginas

En el origen de las civilizaciones, el hombre buscó una explicación de todo aquello que se encontrara más allá de su razón y de su forma de entender el mundo; en esa búsqueda dotó de elementos mágicos a los astros, al agua, al viento, a la tierra, al fuego. Esto dio origen al nacimiento de los dioses, con los que el hombre buscaba protegerse de los diversos fenómenos naturales. Con la adoración a estos dioses nació el rito, y con ello, a manera de alabanza, la palabra.
Carlos Reyes Ávila retoma este génesis para darle otro sentido; en su poemario, el Sol es el principal protagonista, como lo fue en las antiguas civilizaciones. El Sol es violento, agresivo; alrededor de él se desarrolla y gira toda actividad:
el Sol es el mismo para todos/ destreza malhabida/ juego de escondite en que el buscador se busca/ en las trampas de un espejo de doble rostro.
En Arthasastra, la luz es vista desde las sombras y viceversa; desde las tinieblas aparece la luz, en ellas se construye, se crea y se recrea el mundo de lo etéreo, religioso y divino. En Arthasastra se funden distintas mitologías, como la hindú, la oriental, la hebrea, la egipcia. Los dioses se van creando en la medida en que el poemario avanza. El lenguaje toma otro significado, con proporciones místicas; comienza así el génesis y la palabra se convierte en un libro sagrado para el universo de este poemario:
Estamos al comienzo de lo vasto/ Aviso del sendero que convoca, temblor de venas en las aguas de un recuerdo que retorna.

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La felicidad no consiste en vivir ajeno a las tormentas, sino en aprender a bailar bajo la lluvia.